lunes, 29 de marzo de 2021


Revista Cabildo : Manuel Piedrahita - Aquel Viernes Santo que Jesús dio por última vez la bendición en el Adarve

 



    El castillo, medio derruido, se asoma en lo alto de un montículo. Hay una torre y murallas junto a calles calcadas de cualquier pueblo de Judea. Baena se escurre por la falda del montículo hasta llegar a la llanura. Tierra de olivos, a la derecha. A la izquierda, una alfombra verde en primavera. El arroyo sirve de linde entre el olivar y el secano de la campiña asaeteada por los rayos de un sol pendenciero cuando la Semana Santa cae atrasada.

Por la calle La Doctora, empinada y sem­brada de guijarros, subían los “hermanos de andas” al “Abuelo” – así llamaban popu­larmente al Nazareno- hasta la Almedina. Recuerdo –yo era un niño- aquel dia- cómo la amanecida se asomaba por el horizonte que parecía plagiado de las auroras de El Greco. La Guardia Civil se mantenía alerta.

-¿Qué pasa?

- Qué quieren cambiar el camino de Jesús ¡Los muy m…!

Querían que la procesión no subiese por La Doctora y sí por la calle Mesones, más llana y más cómoda.

-Dicen que no lucen las procesiones por esas calles que además ¿sabe usted? son ca­lles de mujeres…

- ¿Qué mujeres?

-De mujeres que no merecen que pase Jesús ante sus casas.

Las dos beatas, tan chismosas, no sabían el aprecio que Jesús tenia por la Magdalena. La gente esperaba con expectación al Nazareno de impresionante señorío en la mirada: tristeza, compasión, dolor y esperanza. Ya subía en sus andas plateadas por la calle San Bartolomé. Se oían, y aumentaban, los gritos:

-¡Queremos al “Abuelo” por nuestro barrio…!

La Guardia Civil se veía impotente para calmar los ánimos ante el imponente ruido que se acercaba.

-¡Los judíos!

Eran cientos de tambores, eran cientos de sonidos al chocar las baquetas sobre los pellejos..

Era la “turba” de la “cola negra” y una saeta se oyó en la lejanía:

“Cristo more­no pasa / de lirio de Judea / a cla­vel de España. / ¡Miradlo por don­de viene!”

    Al frente de la “turba” iba la Quinta. Yo, como niño “judío” toca­ba el tambor en la fila del medio. Los plumeros rojos, amarillo, verdes, se movían encima de los cascos dorados. Las chaquetas color sangre contrastaban con los pantalones negros; como el lacito encima del 5 que llevaba el cuadrillero en la solapa. Era la señal de luto por la muerte violenta, en el convento de San francisco, del fundador de la cuadrilla, don José Gan.


    La Quinta siguió subiendo, al igual que Jesús Nazareno, por la calle La Doctora. La Guardia Civil se quedó como paralizada. No evitó que la procesión siguiese como siempre .¿Un milagro?. Alguien gritó llorando:

    -¡Al Adarve para que Jesús Nazareno dé allí la bendición… ¡

    Sí, yo era un niño “judío” y nunca olvida­ré aquel Viernes Santo. Me solía decir mi tío Fernando:”Se conoce por la pinta que eres un judío de la Quinta”.

    Han pasado los años y la procesión del Viernes Santo cambió varias veces de itinera­rio. La Semana Santa como tantas cosas se hizo espectáculo. Recuerdo que en la revista “Tambor”, dirigida por mí en 1960, escribió un ar­tículo Miguelito Fuentes y en él decía con cierta ironía: “Lo de Adán y Eva y el costalito Romero se escenificará algún día en la Cruz del Segador”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario