martes, 30 de marzo de 2021


Revista Cabildo : "La Batidora " : semilla de un cofrade

 

    
    Aunque ya han pasado 34 años, parece ayer cuando en una víspera de San José toqué mi primer tambor. La providencia quiso que el primer tambor que tocase no fuese el de judío, sino un tambor de enlutao, hermandad a la que al cabo de unos años entré a formar parte. Aquella noche fue la causante de que a un magdaleno de cuna, de la Cofradía Nuestro Padre Jesús Nazareno, se le despertase la inquietud de ser judío. Ese mismo año y gracias a mis padres, a mi abuela Balbina y a mi tío José Manuel (judío de la Primera) que me uniformaron de pies a cabeza como judío, mi sueño se vio cumplido. De la mano de mi amigo Paco Mata y gracias a su padre, D. Francisco Mata, miembro de la junta directiva de la 5ª Cuadrilla de Judíos Colinegros, quien intercedió ante el Cuadrillero D. Antonio Aguilera Urbano, se me permitió, aún no perteneciendo a la cuadrilla, desfilar en la Quinta y visitar su cuartel, el Coliseo Baena.

    La acogida que tuve en la Quinta durante esa Semana Santa me demostró que era una gran cuadrilla (se conoce por la pinta… que eres judío de la Quinta) y lo que empezó como una inquietud en una víspera de San José, se estaba transformado en un sentimiento. Durante esa Semana Santa conocí a los que denominaría “mis amigos de tambor”, Fernando Amo, Joaquín de Jesús Juan López, Manuel Ramírez y Alfonso Torrico, los cuales, junto con el ya mencionado Paco Mata, fuimos formando un grupo dentro de la Quinta.




    Con el transcurrir de los años, dicho grupo fue creciendo y haciéndose más fuerte con la incorporación de nuevos judíos:  mi hermano Javier, mis amigos José Antonio Campaña, José Antonio Vegas y Paco Tovar, mis primos Gregorio y Daniel Ocaña, los hermanos José Ramón y Jesús Jiménez, Rafa Molina, los hijos de Fernando Amo, Sergio y José, Alfonso, hijo de Alfonso Torrico, mis propios hijos, Adrián y Alejandro. No quisiera olvidarme, aunque no pertenezca a la Quinta, de la única oveja blanca de este grupo, Fran Arrebola, quien, por motivos obvios, solo nos acompaña durante la madrugada del Miércoles Santo. Lo que comenzó con un grupo reducido de jóvenes judíos, se convirtió en lo que hoy en día, dentro de la 5ª Cuadrilla, se conoce como “Peña la Batidora”.



     ¿El porqué del nombre? Bueno, esa cuestión creo que la pueden contestar mejor que yo los cuadrilleros y tenientes cuadrilleros de la Quinta que nos han sufrido y, sobre todo, una de las personas que me infunden admiración por la labor realizada por nuestra Semana Santa, D. Manuel Guijarro Nucete, cuadrillero de la Sexta, quien siempre supo aguantar educada y cortésmente el batir de nuestros tambores.

    Pero me gustaría decir en nuestra defensa, que parte de la culpa de la explosión de la Batidora la tuvo otra persona con la que la Semana Santa está en deuda, D. Ramón Sánchez Sánchez, profesor de la escuela de redoble, quien sin saber lo que hacía, enseñó a redoblar, en la primera escuela de redoble para adultos, a parte de la Batidora. Lo que nos faltaba: ensayos, resistencia y juventud, una mezcla explosiva que se manifestaba dentro de la Fila. Muchas gracias Ramón, sin ti no lo hubiésemos conseguido. No quiero olvidarme tampoco de Andrés Hidalgo, quien también participó en nuestro proceso de aprendizaje.

    Durante todos estos años, en los que se celebró el 75º aniversario, mi primer cuadrillero, D. Antonio Aguilera Urbano, cuadrillero honorario de la Cofradía y el Gran Cuadrillero de la historia reciente de la Quinta, se fijó en ese joven que años atrás, aún sin ser hermano, dejo desfilar con el número de su cuadrilla en la solapa. En el año 2002, cuando lo incorporó a su junta directiva, sembró en él la semilla semanasantera que germinaría y florecería con el transcurrir de los años. Durante todos estos años he tenido la oportunidad de conocer a grandes judíos, D. Rafael y D. Eduardo Alarcón Medina, D. Rafael Pozo Morales, D. Luis Martínez Toledo y D. Antonio Javier Aguilera Vázquez, el Tesorero de la Quinta, judíos que a lo largo de las Juntas Directivas en las que hemos coincidido han contribuido en mi formación cofrade, desde aquí, mi más sincero agradecimiento y mi oración para aquellos que desgraciadamente ya no volverán a desfilar con su querida Quinta.

    Si Antonio Aguilera plantó la semilla, sería D. José Ramírez Cáliz quien la cultivase. Durante sus dos mandatos tuve la oportunidad de ser el secretario de la Quinta, sucediendo en el cargo a todo un personaje dentro de la Semana Santa de Baena y a una eminencia dentro de la Quinta, D. Alfredo Osuna Urbano, teniendo el privilegio de participar en el homenaje que la Quinta Cuadrilla le organizó en el 2007, nombrándolo secretario de honor.
¡Qué decir de mi amigo Pepe! Tengo muchas cosas que agradecerle, pero de entre todas ellas, quiero destacar la confianza deposita en mí al ofrecerme sustituir al Gran Secretario de la Quinta, máxime cuando yo no tenía ninguna experiencia de ese tipo, demostrándome más confianza en mi persona, de la que yo mismo tenía. Otra cosa que no sé cómo agradecerle, y que me hizo crecer como persona y como cofrade, es que siempre me escuchó y valoró, dándome una libertad que difícilmente podría haber imaginado. Para él, el secretario era la mano derecha del cuadrillero y así me lo demostró durante esos ocho años. Muchas gracias Pepe, siempre te estaré agradecido.

    Quiero proclamar que, aunque durante esos años abordamos proyectos importantes que fueron moldeando mi personalidad y temperamento, gozaba durante toda la Cuaresma y la Semana Santa de la libertad necesaria para disfrutar de La Batidora, que por aquellos años se encontraba en uno de sus momentos más álgidos. Tres judíos de esta Batidora llevamos varios años teniendo el privilegio de acompañar con nuestros redobles a la hermandad de San Juan y no quisiera dejar pasar esta oportunidad sin expresar mi más sincero agradecimiento al que fuese su cuadrillero, D. José Manuel Tutau y especialmente a D. Jesús León-Salas, actual cuadrillero y hermano de la Quinta.

    Trascurridos esos ocho años, cuál fue mi sorpresa, cuando el candidato a cuadrillero, D. Francisco Tovar Ortiz, me ofrece ser su segundo teniente cuadrillero. Eso eran palabras mayores, por un lado, el honor de representar a la Quinta, por otro, la responsabilidad vinculada al cargo. Mis hijos comenzaban la adolescencia y las nuevas obligaciones del cargo supondrían alejarme temporalmente de la Batidora y, por tanto, dejarlos al cuidado de mi hermano Javier y de mi amigo Paco Mata. La decisión fue muy complicada, en un lado de la balanza, el sacrificio de dejar la cola de la Quinta, y como consecuencia, dejar de compartir los primeros pasos de mis hijos dentro de la Batidora. En el otro, el privilegio, el desafío y la satisfacción que suponía representar a la Quinta. Tras una larga meditación, acertadamente decidí que ya era hora de empezar a devolverle a la Cuadrilla todo el esfuerzo invertido en mi modesta persona. Muchas gracias amigo Paco, me abriste una puerta al conocimiento de nuestras tradiciones, a una nueva forma de vivir y sentir nuestra Semana Santa, desde el recogimiento, más profunda y religiosamente, permitiéndome descubrir el esplendor de los actos de cultos organizados en el seno de nuestras Cofradías.

    El primer día que porté el negro bastón de ébano de D. Natalio Aguilera Urbano, puede apreciar sobre mis hombros el peso de la Historia de la Quinta, 100 años pesan mucho, máxime cuando ese bastón había sido portado por grandes Cuadrilleros y Tenientes Cuadrilleros. Aquel desfile de Estaciones se ha quedado bordado en mi corazón, cual terciopelo morado, con un gran Cinco dorado. Ese día entré a formar parte del reducido grupo de personas que han tenido el honor de portarlo.




    Otra fecha para el recuerdo es el Domingo de Resurrección en el que encabecé la Quinta flanqueado por mis dos hijos. No tengo palabras de agradecimiento hacia Paco Tovar por haberme permitido disfrutar de ese momento. Por motivos como éste y por darme la oportunidad, junto con el primer teniente cuadrillero D. Rafael Piernagorda Muñoz, de tener el privilegio y el honor de representar a la Quinta, mi Cuadrilla, te estaré eternamente agradecido.
 
    Durante esta etapa de madurez, los acontecimientos se fueron sucediendo a un ritmo vertiginoso. En nuestras últimas Cajas y Banderas tuve el placer de acompañar con mi hermano a mi hijo Adrián, quien, en la mañana del Viernes Santo, subiría redoblando a María Magdalena. Lástima que en ese año, a su tía y a su abuelo les tocase el turno de bajar la Magdalena. La foto de familia acompañando a María Magdalena, hubiese quedado grabada en el rojo de nuestros corazones. Al año siguiente, en el 2018, y gracias al apoyo incondicional de la Junta de Bastones, se grabó desde una nueva perspectiva la ofrenda floral que los judíos realizan ante el monumento al Judío.




    Pero por desgracia, una pesadilla me despertó del sueño en el que me encontraba inmerso, mi “Hermano Mayor”, Gregorio Valero Delgado, nos dejó de manera inesperada, había abandonado su querida Cuadrilla para entrar a formar parte, de la acertadamente denominada por D. Manuel Piedrahita, “Turba del Silencio”. Durante la celebración de la declaración, por la Unesco, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de las “Tamboradas, repiques rituales de tambores”, un grupo de amigos decidimos homenajearlo en silencio. Diluidos entre la multitud de judíos, cada uno portamos uno de sus múltiples plumeros como símbolo de duelo. Día muy complicado aquel, con los sentimientos a flor de piel, las lágrimas hacían acto de presencia cada vez que entre la multitud reconocía uno de aquellos plumeros, el abrazo era inevitable y los sentimientos de añoranza afloraban. Después de la montaña rusa de sentimientos, aquel día aprendí a levantarme después de cada caída, había que seguir luchando. Desde ese momento siempre me has acompañado, tú con el escudo de la Octava en la solapa y yo con el de la Quinta. Siempre estarás en mi corazón, como en el aquel Domingo de Ramos en el que te uniste a la terna de la Batidora para acompañar a la Hermandad de San Juan.



    Si durante las etapas anteriores mi formación corrió exclusivamente a cargo de la Quinta, ahora esta tarea es compartida por la junta de Bastones. Es todo un privilegio y un honor aprender nuestras tradiciones con las enseñanzas impartidas por cuadrilleros y tenientes cuadrilleros. A ellos también les debo un día muy importantes para mí, el 5 de abril del 2.019, cuando a los pies del Nazareno y de la Virgen de los Dolores, en presencia del hermano Mayor, D. José Ortiz Esquinas, y con mi familia como testigos, los 8 bastones me hicieron entrega de un judío de bronce. Muchísimas gracias compañeros.

    Otro momento muy importante para mí tuvo lugar solo un mes después, y se lo debo al presidente de la Agrupación de Cofradías, D. Guillermo Iván Bernal Trujillo, cuando, junto a mi cuadrillero y amigo Paco Tovar, decidió elegirnos como dos de los judíos que asistirían a la recogida del galardón con el que el Judío de Baena fue reconocido en la gala de los premios “Cordobeses del año 2018”.

    El último gran momento grabado en mi corazón y uno de los más importante de mi vida, junto con el nacimiento de mis dos hijos, ocurrió en los actos de celebración del pasado día de Jesús, cuando tuve el privilegio de acompañar a nuestro Padre Jesús Nazareno en su peregrinar desde la iglesia conventual de San Francisco a Santa María la Mayor. Siento escalofríos cada vez que recuerdo con la cercanía con la que pude disfrutar de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Muchas gracias Javier por acordarte de mí en la composición de tu Junta Directiva.

    Quiero finalizar manifestando que sentía la obligación moral de devolverle el mimo, el cariño y el respeto con el que, a este humilde servidor, siempre le ha tratado la Quinta. ¡Qué mejor momento, que hacerlo en su CENTERARIO!, sirva este modesto artículo como presente. Gracias y mil veces gracias, ¡VIVA LA QUINTA!.


José Manuel Ocaña Luque
2º Teniente Cuadrillero

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