Cien años de vivencias e historias que ni alcanzo de imaginar.
Cien años de trabajo constante para que nuestra semana mayor en nuestra
cuadrilla, sea superior que la anterior. Cien años de alegría y amor por lo que
más queremos. Cien años de enseñanzas y experiencias. Cien años que ni la Pandemia
covid 19, hará que nos olvidemos (…). SI, un siglo que
conmemora la Quinta Cuadrilla de Judíos de la Cola Negra de Baena (1.921-2.021)
La quinta, es historia. Y no una historia cualquiera,
es la leyenda que nuestros antepasados escribieron y que hoy orgullosamente
formamos parte de ella. Es la historia del fundador D. José Gan Roldán,
que, gracias a él, hoy estamos de celebración. Desde su inicio, hasta la fecha
actual, nuestra cuadrilla se ha ido fortaleciendo y creciendo. Y esto, es
gracias a cada uno de ellos/as, que aportan su granito de arena y hace que cada
año sea único e inigualable.
El tiempo pasa, pero nuestros recuerdos permanecen. Son
tantas historias, que resulta imposible ilustrarlo con palabras, hay que
vivirlo, hay que sentirlo. De ahí la
frase, “no lo vas a entender, hasta que no lo vives”.
Desde que vine al mundo, he crecido en este
ambiente semana santero. Recuerdo, con tan solo dos años de edad, cuando mis
padres me vestían con esa ropa tan peculiar. Camisa blanca, pantalón y zapatos
negros. Me ajustaban el tahalí y, después, me ponían ese pañuelo que tenía bordado
un judío y lo enlazaba con su anillo que tenía la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Finalmente, la chaqueta roja a medida confeccionada con sus bordados blancos.
En la solapa izquierda, se hallaba ese escudo de fondo morado oscuro,
resaltando el número 5 bordado en color oro. En el salón, se encontraba el
resto de arreos, las baquetas y el tambor.
Salías a la calle, y aquel sonido peculiar del tambor,
se deleitaba por cada rincón de las calles Baenenses. Solamente había ruido,
mucho ruido, pero me encantaba.
Transcurrían los años y, cada vez iba conocimiento a
más personas dentro de la quinta. Algunas caras eran conocidas, algunos eran
amigos e incluso familia. En todas las cuadrillas, se forman esos grupos de personas
en los cuarteles y, no sé cómo lo hacemos, pero siempre cada grupo está
sentando en el mismo sitio cada año.
“No
hay mejor sensación, que estar sentado en el cuartel rodeados de tu gente y eso,
la quinta lo sabe”
Una semana antes, mi casa se alborota de gente:
mis primos, mis tíos y, mi grupo de la quinta. Todos con su tambor para que
quede impoluto y, después, a la prensa para que suene como nunca. ¿Sabéis lo
que se siente cuando queda tan solo una semana antes del primer miserere? Y,
¿Cuándo llega ese olor a incienso, pestiños y magdalenas? Solamente lo sabrá,
quien lo haya vivido.
Siempre sale las mismas anécdotas e historias y que
nunca me canso de escucharlas. Hace muchísimos años, éramos cajas y banderas,
como este año. Recuerdo, que fue un Domingo de Resurrección, cuándo estábamos
en la parroquia de Ntra. Sra. De Guadalupe y, en un momento de la misa,
teníamos que tocar fuertemente el tambor. Allí, había muchísimos judíos
preparados para ese toque. Cuando llegó el momento, todos/as salíamos
apresurados para coger nuestros arreos porque era el momento de tocar. Mi
padre, todo nervioso, tropezó. Ahora sí, se levantó como pudo, cogió su tambor
y empezó a tocar.
¿Sabéis lo que se siente
cuando vives la semana santa desde varios km?
Personalmente, no lo sé, porque nunca me ha pasado. Pero
sé de gente de la quinta que si sabe lo que se siente. Es por ello, que ilustro
las palabras de nuestra Judía Miriam Romero Giménez:
“Muchas son las personas que
antiguamente tenían que emigrar a otras ciudades o pueblos en busca de trabajo,
dejando atrás la vida en Baena. Muchas son las familias que a día de hoy viven
la semana santa desde la distancia. Y desde ya os digo, que es muy duro. Mi
padre tuvo que irse con mis abuelos a Barcelona siendo muy pequeño. Hasta la
fecha, nunca ha faltado a ninguna semana santa. Son muchas las horas de viaje,
primero desde Barcelona, y ahora desde Murcia, mi ciudad natal.
Jamás olvidaré mi primer día en el cuartel, siendo aún
una niña, casi una adolescente, sentarme con mi padre y sus amigos, con mucha
vergüenza, no había muchas niñas por allí, pero muy pronto me acogieron como
una más y puedo decir que la Quinta me ha regalado amigos de los que te llevas
para toda la vida.
Pero sin duda mi momento favorito de la Semana Santa y
de mi cuadrilla es nuestro viernes santo. Madrugar mucho, o, mejor dicho, no
dormir, quedar con los amigos, bajar a San Francisco, un colacao calentito, y
ver salir a Ntro. Jesús Nazareno.
Sábado de Gloria, comida de cuartel, con la familia y
los amigos, reír, recordar, revivir momentos y sumar muchos nuevos.
Domingo de resurrección, desayunar, el resucitado nos
espera, para terminar la semana de pasión. Cuando estás llegando a Guadalupe a
eso del medio día, y vas acercándote al resucitado ya solo te queda pedirle
salud para los tuyos y poder volver el año que viene.
Llegas al cuartel, y ahora sí, llega la despedida,
despedirte de otra semana santa que ha sido única que, aunque parezca igual ha
sido totalmente diferente, cerrar el cuartel y aspirar una última vez su olor,
porque su recuerdo dura 365 días.
No hay momento más agridulce que el de montarme en el
coche y ver que me quedan 400km hasta casa. Voy feliz, por poder haber vivido
otra más junto a mi padre, el cual me enseñó desde pequeña su pasión por Baena,
por la semana santa, por los judíos y su fe en nuestro Nazareno. 400km en los
que ya estoy pensando cuando voy a volver”.
No me gustaría terminar este artículo, sin hacer
mención, a todos/as aquellas personas que han pasado por la quinta y que nos
han abandonado. Siempre lo recordaremos porque han formado y formarán parte de esta
historia.
“Una vez que entras en la QUINTA,
siempre permanecerás en ella”.
Daniel del Valle Peláez.
Judío de la 5ª