Luto en La Quinta.
Cuando toca despedir de este
mundo a uno de los grandes judíos que ha disfrutado en las filas de La Quinta,
se hace desde dos planos distintos y que son un solo plano.
De una parte está el dolor de los
hermanos por la ausencia que se avecina. Por no verlo de nuevo en filas, con la
galanura que irradiaba Rafael. Por no poder ya levantar esa copa de vino en el
cuartel, como recompensa al desfile ya terminado. Dolor, en definitiva,
pensando en el futuro.
Pero existe otro plano o
escenario que traer hoy aquí y es el plano del recuerdo. Se trata de dibujar
cada vivencia que hayamos disfrutado con Rafael en nuestra cuadrilla. Esta suma
de recuerdos y vivencias son su legado a nosotros y a quienes estén por venir.
Y quiero decir que este legado de Rafael es generoso.
Sería allá por el año 1.956
cuando Rafael Alarcón Medina causó alta en La Quinta. Hijo, hermano, padre y
abuelo de grandes judíos de nuestra cuadrilla. En la actualidad ostenta el
número 3 de antigüedad en la misma, aunque si hablamos de antigüedad con el
“tambor colgado y sonando “ es el número UNO. Ha tenido a gala tocar hasta la
última Semana Santa en que se ha desfilado. Quien le iba a decir que este
extraño año para el judío, por culpa de la pandemia, sería además un descanso
para su alma. Para su alma cofrade y de compromiso cristiano, porque Rafael
además de ejercer de judío en la calle también acompañó al Nazareno y a su
Madre la Virgen del Rosario en el templo. Era fiel cumplidor de Misereres y
liturgias como creyente que fue, y me consta.
Pero Rafael no estuvo nunca solo
en su cuadrilla, siempre estuvo flanqueado por sus dos hijos, Rafael y
Francisco Manuel. Siempre vigilantes y siempre dispuestos a cuanto su padre les
solicitara. Siempre me quedará el recuerdo del toque acompasado de Rafael y sus
hijos en la cabeza de la cuadrilla. Aunque en este punto también quiero reseñar
que cuando este que escribe formaba parte de La Cola de la Quinta, cuando
aquellos brazos jóvenes solo obedecían al impulso de tocar y hacer callar a
todo lo que hiciera falta, siempre aparecía Rafael pidiéndonos templanza,
diciéndonos que el toque no se debía “cambiar a cada instante“. Ese también es
su legado.
Si hablamos de la faceta de
artesano que ha sido de sus arreos, entonces hay que reconocer que además de
fiel a las tradiciones, que le ha llevado a no dejar nunca su “chivo abajo“,
qué decir de sus parches de arriba. El blanco inmaculado de sus pieles y esa
raspa trazada con tiralíneas al recortar el pellejo hacían de Rafael un maestro
de los arreos.
También fue Rafael un
comprometido con su cuadrilla. Tengo el honor de haberlo tenido en mi Junta
Directiva y en ella Rafael encarnaba la sabiduría de los años vividos. Siempre
tenía una respuesta serena a las preguntas. Hubiera sido para nosotros un honor
haberlo tenido presente el próximo año en que La Quinta cumple cien años.
Por todo ello, y a modo de
compendio, quisiera dejar constancia escrita de que Rafael Alarcón Medina ha
sido un JUDIO DE LA QUINTA con letras mayúsculas. Siempre estará en nuestro
recuerdo.
Descanse en paz.
Paco Tovar.
Cuadrillero
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